domingo, 13 de marzo de 2011

Panfletario

María mira a María que mira a María que mira hacia delante.
María habla, María barre, María llora.
María mira a María que mira a María.
María tiene catorce, y sabe cómo es desde los nueve, desde que él empezó a llegar mamado a la noche, y se cansaba de fajarla a la vieja. Fue ocho veces al hospital. Cuando consiguió las pastillas no las pudo empezar porque ya había quedado.
María mira como María mira  a María.
María tiene setenta y cinco. Está ahí porque cree poco en Dios, pero cree menos en los hombres. Hace mucho se hartó de que él la cagara a palos y le sacara la guita, y le dio veintiocho puñaladas para que él no le pegara el tiro con la veintidós que tenía en la mano. El juez no le creyó: veinticinco años. Cuando salió, el cura no le preguntó mucho y la dejó quedarse. María hace tiempo que no llora, y habla poco. María mira a María, que llora cuando María le pide que se lo saque, que se lo lleve, que se lo meta en el culo.
María tiene doscientos y es de quebracho. Cuenta la historia que la talló una india guaraní de San Ignacio, a escondidas, porque las mujeres estaban para parir y para cocinar.
María mira a María que mira a María.
María llora.
María se metió un perejil, o le pusieron una sonda, o una aguja. Nunca se supo porque María no habló. Entró de una al hospital, toda podrida. Los médicos le salvaron la vida pero no el útero. Estuvo dos meses en una habitación mirando un afiche dios te salva mujeres por el derecho a la vida. Dicen que cuando salió de ahí caminó y caminó y caminó.
María nunca más volvió a llorar. Su gesto de quebracho se endureció. Sus manos se crisparon.
María siguió barriendo. Dejó de hablar. Una tarde de calor, cuando hacía mucho que no sabía de María ni de María se sentó en el confesionario a fumarse un tabaco y no salió más.
María se fue. Se quedó una noche larga de paco debajo de un puente en Lanús.
María no está. Dicen que se la llevaron al Vaticano. Dicen que está en la pieza de María. Yo sé dónde está.

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