Un periodista local cuenta que han golpeado
ferozmente a un pibe, en un evento multitudinario, en nuestra ciudad, en la que
nunca pasa nada.
Las fuerzas del orden, que deben, teóricamente,
protegernos, han castigado con saña a un adolescente en la última estudiantina.
Nadie sabe muy bien por qué, si es que tal cosa existe, si es que hay una causa
suficiente para que alguien sea apaleado por quienes deben velar por su
seguridad.
Acto seguido, el periodista reproduce un
mensaje de audio de quien dice ser la madre del chico reprimido por la policía.
La señora refiere, profundamente conmovida, que ella se encontraba en la plaza
en la cual se desarrollaba el festejo en cuestión, y que vio cómo los agentes
del orden apaleaban a un pibe que estaba semidesnudo, sin su remera, debido al
sofocante calor que se dio en la ciudad ese día.
Sigue hablando la mujer, y cuenta que, pocos
minutos después, recibió la noticia de que el adolescente castigado podría ser
su hijo, al cual no reconoció, por lo cual se trasladó a la comisaría, donde
luego de un largo rato pudo reencontrarse con el pibe, duramente maltratado.
Entonces, las preguntas se vienen en manada.
¿Qué tipo de sociedad acepta que la policía
pueda castigar de esa manera a un adolescente?
¿Qué tipo de sociedad no se permite reaccionar
frente a tamaña violencia institucional?
Sin dudas, vivimos tiempos en los cuales se
avala, desde el Poder Político, a quien pega primero, o dispara sin preguntar.
Sobran los episodios recientes, como para meterse a detallarlos. Desde Santiago
hasta Ismael. Hemos vuelto al concepto de que Algo Habrán Hecho.
Somos, como sociedad, según reaccionamos frente
al más vulnerable.
La mujer que relata, desgarrada, la situación
vivida por su hijo, cuenta que ella vio cómo la policía le pegaba a alguien. La
mujer cuenta los golpes, la violencia, la saña.
Pero la mujer solamente reacciona cuando sabe
que la víctima es su hijo.
No quiero, no pretendo, no tengo la atribución
de juzgar a quien actúa de determinada manera frente a determinada situación. No
pretendo condenar a esta persona, que seguramente está pasando por uno de los
momentos más tremendos de su vida. La reflexión nunca debe ser sobre las
personas particulares.
Pero tengo la responsabilidad de pensar que no
podemos quedarnos esperando que las cosas nos pasen a cada uno de nosotros
antes de actuar. El pibe que estaba siendo golpeado era, es, el hijo de
alguien. Y estaba siendo brutalmente reprimido por las fuerzas del orden.
La batalla es, desde siempre, cultural. Cuando
comprendamos que lo comunitario siempre va más allá de lo individual seremos
una sociedad mejor.