viernes, 30 de mayo de 2014

HISTORIA UNIVERSAL- SEIS

Cuentan que el primero de la estirpe acostumbraba pasearse por las calles de Ciudad Insaurralde con una soga con nudo corredizo al cuello para recordar que era humano, y que era breve. Tan siniestra corbata no fue heredada por ninguno de sus hijos. Tampoco su concepto ético. Todos sus descendientes, cada uno a su manera, encarnaron alguno de los nueve círculos del infernal poema. Algún damnificado por ellos diría que no les daba la estofa para el Dante y limitaban su piné a los tristes umbrales de Cacodelfia. Tal vez fuera así. Tal vez esta distinción careciera de importancia a la luz de los daños por ellos causados.
Lo que nadie podría negar es la capacidad, la inteligencia y la lucidez estratégica de los herederos, que en dos generaciones llegaron a dominar todos los estamentos sociales, culturales y económicos de la ciudad. Así, el hijo mayor fue médico y conservador, el segundo fue cura y administrador diocesano, el tercero fue abogado y radical. El más chico fue artista plástico, puto y anarquista. “Pa que vean que somos tolerantes” decía el doctor en las tertulias del Deportivo Insaurralde.
La tercera generación supo diversificarse y dominar el comercio y la industria. Fueron ellos los que fundaron la Asociación Económica Insaurraldense. Fueron ellos los que acapararon los terrenos linderos al trazado del futuro Ferrocarril Mitre, convenientemente asesorados por los descendientes del fundador.

En lo único que no lograron ventaja directa fue en el agro. No les hizo falta. Los tres hijos del médico comprendieron que el amor no siempre sigue al ideal ético o a la belleza clásica. Pero esto no podrá nunca ser demostrado. Carbonell solía decir que lo que natura non da Insaurralde lo acepta.

viernes, 16 de mayo de 2014

HISTORIA UNIVERSAL- CINCO

Ciudad Insaurralde conoce la fecha y la hora de su fundación.
La explicación de tan raro privilegio es sencilla. Ciudad Insaurralde no fue fundada sino que fue loteada, y la fecha y la hora de su nacimiento figuran en el boleto de compra venta que certifica el traspaso de dos leguas cuadradas de manos de Don Juan Bautista Insaurralde (en adelante la parte vendedora) a posesión de Don Gian Bartolomeo Candelaris (en adelante la parte compradora), italiano nativo de la región del Piamonte. El lote en cuestión se encontraba a unos diez kilómetros del mástil mayor de la Plaza del General y formaba parte de lo que hoy llamaríamos un gran emprendimiento inmobiliario. En realidad, la franja loteada por Insaurralde correspondía a un área de unos cien kilómetros de largo y veinte de ancho correspondientes a tierras entregadas en premio a los soldados que habían acompañado a Roca en su “Campaña”. Dicen las malas lenguas que el Fundador era amigo de Ataliva Roca, lo que explicaría el origen de los campos y el precio pagado por los mismos. Por supuesto nada de eso pudo demostrarse. El incendio de la biblioteca de Don Juan Bautista destruyó gran parte del archivo del prócer. Los historiadores revisionistas de Ciudad Insaurralde no han logrado hacerse con los comprobantes que tendrían que existir en la Capital Provincial.
Lo que para la gente bien de la ciudad es misterio para los mal pensados es impunidad. Marca registrada dicen ellos. Ceguera histórica dicen las señoras que juegan en el Lawn Tennis Club and Tea House.
Hoy, casi cien años después, la ciudad es un cuadrado casi perfecto. Un damero casi absolutamente simétrico si no fuera por los playones.
En realidad la planta original de la Ciudad se encuentra alrededor de lo que fuera la primera casa construída, la que ahora se conoce como Villa Candelaris, una bella construcción de estilo neoclásico ubicada en el exacto centro de la primera chacra de la nueva población. Este hecho también ha sido discutido. Los revisionistas dicen tener pruebas de que Candelaris vivió con su Familia en un rancho de adobe y paja durante cinco años y que recién después de despojar de sus posesiones a Mendizábal y a Contreras pudo disponer del capital suficiente como para empezar a progresar. Llaman a esto la Estafa Inicial, el caso Mendizábal o el Origen de la Aristocracia Local. Las señoras bien del Lawn Tennis dicen que Cattalina nunca podría haber vivido en una tapera semejante, que todo era una falacia y que en realidad Mendizábal y Contreras habían perdido sus propiedades en el juego clandestino.
La certeza de la intachable moral de los damnificados, certificada por los testimonios de los nietos de Mendizábal no modifica la opinión dominante. El hecho de que los descendientes de quienes son considerados los primeros peones afincados en la zona vivan en el Playón del Cincuentenario y en el 17 de Octubre Anexo refuerza la teoría de la conspiración de los fuines y el resentimiento histórico de los negros, como dicen los señores del Jockey. “Hay que matarlos a todos y dejar a cuatro para que hagan la loza” suele ser el chiste favorito de las tertulias del primer piso del exclusivo club. Las risas estallan por más que el chascarrillo sea harto conocido.

“En ese sentido Ciudad Insaurralde ostenta la marca de una coherencia notable” dice Marcos Carbonell, director del Círculo Histórico de Ciudad Insaurralde. “Ciudad Insaurralde ha sido, es y será una sociedad a lo sumo conservadora” completa el investigador con una media sonrisa que oculta más de lo que revela.

miércoles, 14 de mayo de 2014

FRASES HECHAS

Dicen que había una vez un hombrecito que tenía en su mano un cacho de tiempo.
Dicen también que el cacho de tiempo que el hombrecito tenía en la mano no tenía forma ni color sino que cambiaba, justamente, todo el tiempo.
Dicen también que el hombrecito sacaba historias de su cacho de tiempo.
Historias de amor.
Historias de miedo.
Historia que daban risa.
Historias que daban asco.
Historias.
Historias que regalaba a quien las necesitara.
Los guardianes del dinero dijeron que lo que hacía era improductivo.
Los guardianes de la pureza dijeron que lo que hacía era pecaminoso.
Los militantes seriales dijeron que lo que hacía no era revolucionario.
Los guardianes de la mente lo declararon insano.
Los policías lo atraparon. Lo subieron a un camión pagado con dinero puro y revolucionario.
Lo llevaron a una habitación al fondo de todo.
Lo dejaron detrás de siete rejas con siete cerraduras con siete vueltas de llave.

Él abrió la puerta y se fue caminando hacia allá.

HISTORIA UNIVERSAL- CUATRO

Las malas lenguas dicen que Yamila Abdala era o había sido bruja allá en el Líbano, y que llegó a la Argentina escapando de ciertas Milicias por la Pureza Musulmana, agrupación cuya existencia nunca fue del todo demostrada. Jamás lo sabremos con certeza, conocemos la volatilidad de ciertas regiones. Quienes defienden la memoria de Yamila dicen que en realidad se trataba de la primera mujer alquimista en miles de años en Medio Oriente, lo cual es menos probable todavía porque ya la ciencia alquímica carecía de adherentes por lo menos en esa parte del mundo.
Lo cierto e irrefutable es que Yamila Abdala llegó a Buenos Aires acompañada por sus padres una fría mañana de principios del siglo anterior. La familia Abdala traía consigo una recomendación para hacerse cargo del Restaurante Sirio Libanés de Rosario, y hacia allá partió la familia.
Esta parte de la historia está prolijamente documentada, cualquiera puede llegarse a la Municipalidad de Rosario y verificar que la familia Abdala, con don Jorge y Doña Farah a la cabeza, fueron cita obligada en el centro de la Chicago argentina durante veinte años.
Otra duda se abate sobre la historia Yamila.
¿Por qué abandonó un negocio tan próspero? ¿Por qué eludió un futuro seguro apenas avanzada la adolescencia?
Más allá de toda especulación amorosa o espiritista la realidad (que es la única verdad) es que Yamila fue enviada por Don Jorge a recorrer el país en búsqueda de los ingredientes ideales para cocinar el keppe perfecto. El gran cocinero oriental tenía la certeza de que una tierra tan feraz como la que habitaba debía producir forzosamente las mejores materias primas.
Así que allá partió Yamila.
En la Patagonia encontraría el mejor cordero. La cebolla en San Juan. La yerba buena en la Mesopotamia.

Sería el centro del país, Ciudad Insaurralde, el lugar en el que Yamila encontraría el mejor trigo.

VARIACIONES SOBRE PENÉLOPE

2011
Es muy difícil contar una historia repetida, con muchas versiones.
Abelardo Castillo decía que nada es absolutamente original, y es así.
La primera de todas, la Penélope fundacional, fue cantada por Homero mientras esperaba a Ulises en un oscuro palacio de Ítaca.
La segunda, la del Nano, esperó a su amado con su bolsa de piel marrón, sus zapatitos de tacón y su vestido de domingo. Él volvió a la estación en la cual ella lo aguardaba, pero llegó tarde y viejo.
Hay, incluso, una tercera versión del relato. En ésta, Ismael Serrano nos cuenta de una Penélope que se harta de esperar al chabón, se va de su pueblo a orillas del mar y se termina curtiendo a un pendejo.
De todas las variantes de la historia la última es prácticamente desconocida, como desconocida es la que yo les voy a contar.
La historia de la Penélope de Ciudad Insaurralde.

La Penélope de Ciudad Insaurralde no se llama Penélope, se llama Nilda.
La Penélope de Ciudad Insaurralde no espera en la Estación, ni en Ítaca, ni en la playa.
Nilda espera, cada miércoles de nueve a diez de la noche, sentada a la mesa catorce de la Pizzería del Galeón.
Espera que él vuelva.
Nilda, al contrario de todas la Penélopes, sabe qué ha pasado con su esperado.
Muy bien lo sabe.

1960
Nilda (que todavía no es Penélope) se apronta. El espejo le devuelve la imagen que ella espera. Se peina, se acomoda el jopo como le enseñaron en la escuela de peluquería. Alguna vez tendrá su taller en la calle del Virrey, pero todavía no lo sabe. Suena el timbre. La Polaca, que tampoco sabe que alguna vez parirá a Kramer, pasa a buscarla. Van, como todos los sábados, al Club Deportivo y Motor de Ciudad Insaurralde. Se saben bellas, se saben deseadas. Se sienten invulnerables. Lo que Nilda desconoce es que esa noche de sábado es su noche definitiva, su noche fundamental. No lo sabrá hasta mucho tiempo después.
Llegan al Salón Principal, decorado de blanco. La Jazz suena de fondo. Todos los que tienen que estar están ahí. Todo está en su lugar. Conocedoras del terreno Nilda y la Polaca se dan cuenta del detalle extraño. Hay alguien que no conocen.
Lo miran.
Lo estudian.
Se dan cuenta de que él sólo tiene ojos para Nilda.
La Polaca se decepciona un poco. No imagina que todavía tendrá que esperar once años hasta que llegue Kramer padre, pero esto no aporta mucho a la historia que estamos contando.
2011
Nilda llega puntual a la mesa catorce de la Pizzería del Galeón. Se sienta. Pide una porción de pizza especial y una coca en botellita de vidrio, como cada miércoles a las nueve de la noche.
El bar ha cambiado. Hay un plasma, hay dicroicas. Los mozos son los mismos. Nilda acomoda la cartera al alcance de la mano derecha. Se rasca el antebrazo. Mira hacia la puerta de la esquina.

1960
Han bailado toda la noche. Si hubo algo más nadie lo supo. Nilda no lo contó, y a la Polaca ya es tarde para preguntarle.
Se despidieron.
Se citaron para el miércoles siguiente en la Pizzería del Galeón a la nueve de la noche en punto.
Se sentaron a la mesa catorce.
Ella pidió pizza, una porción de especial y una coca.
No sabemos qué hizo él. Probablemente no tenga importancia.
Al otro día él se tomó el colectivo para Córdoba. Se iba a estudiar. Quería ser ingeniero electromecánico. Quería triunfar, ser alguien. Trabajar en la Mercedes Benz.
Se miraron.
Él le prometió que volvería a buscarla a esa mesa catorce, un miércoles a las nueve de la noche.
Brindaron.

1964
Nilda ha ido, como prometió, a la Pizzería del Galeón. Esperó cada noche de miércoles, de nueve a diez, como prometió.
Él estudió, como dijo, Ingeniería Electromecánica. El aviso del Insaurraldense, el diario local, cuenta que se ha recibido con promedio sobresaliente, medalla y diploma de honor.
Alguien le cuenta que se va becado a Alemania. No le deja mensajes. No la llama.
Nilda ya perdió el sueño universitario. Empieza a armar la peluquería. La Polaca ya perdió también algunas esperanzas. Será maestra. Es la primera clienta en entrar al local. Se miran. Se abrazan. No lloran.
El avión parte de Ezeiza. Destino Munich.

1970
Miércoles nueve de la noche. Nilda pide su pizza y su coca en la mesa catorce. La calle se llena de gente. La puerta de la esquina no se abre. La Polaca entra por el costado del bar.
-Hola.
-Hola.
-Me contaron que se casa.
-Sí, sabía.
-¿Qué vas a hacer?
-¿Qué querés que haga?
-No sé.
Nilda sí sabe. A partir de esa noche la espera tiene otra textura.

Interregno
A partir de este punto la historia se aplana. El narrador quisiera, para enriquecer el relato, hacer una descripción de la época. Redundancias de estilo. No hace falta. El tiempo de Nilda y su Ulises fue el tiempo de tantos otros. Sería ocioso contar una historia que ya tuvo grandes cronistas. Nuestra Penélope no tuvo miles de pretendientes instalados en su casa de la calle del Virrey ni un Telémaco vengativo y paciente. Tampoco un banco de pino verde. Apenas un matrimonio convencional, bueno o malo como el de cualquiera. Dos hijos, la nena y el varón. La peluquería. Como Penélope, Nilda tuvo su pretendiente. Como Penélope, Nilda se sentaba a esperar. No en la estación. Frente a la mesa catorce de la Pizzería del Galeón, los miércoles a las nueve de la noche. De él tampoco hay mucho que contar. Por lo menos algo que justifique el relato. Existe la tentación de mezclar historias de militancia, de resistencia armada, de violencia y de muerte, torturas o delaciones. No las hubo. Él no llegó muy lejos en la Mercedes. Con el tiempo volvió al país, pero se quedó en Buenos Aires. Cada tanto volvía a su pueblo para visitar a sus padres. Venía con su mujer holandesa y sus tres hijas, hasta que se divorció y ellas se volvieron a Europa.
Si se cruzaron no hubo eventos de relieve. Tal vez un saludo al pasar. Gente educada. Los que se tenían que ir se fueron, antes o después.

2011
Él vino a Ciudad Insaurralde a liquidar la herencia familiar. La madre ha muerto a los noventa, el padre vegeta casi centenario en el Hogar Carrasco. Entra a la Pizzería del Galeón sin nostalgia. Hace rato que los recuerdos vienen de otra parte. Ni siquiera dirige la mirada hacia la mesa catorce. Para él es un miércoles más a las nueve de la noche. Se sienta de frente al ventanal que da a la calle Beltrán.
Nilda respira hondo tres veces mientras saca la pistola de la cartera. Empuña y apunta a la nuca del hombre, como le ha explicado el instructor.

jueves, 8 de mayo de 2014

HISTORIA UNIVERSAL- TRES

El poeta ucraniano Isaac Kramer decía que el alemán es el ídish sin los violines. Cuando se le preguntaba entonces qué era el ídish respondía que éste era el ruso sin los garrotazos.
Isaac enseñaba en una escuela en Odessa para mantener a su mujer y sus siete niños. “La necesidad es un cosaco con síndrome de abstinencia” se lamentaba risueño en las sobremesas de la cena de los jueves, mientras brindaba a la salud del Zar Nicolás. “Que Dios le dé larga vida y muchos hijos.”
Parece que Dios estaba ocupado en otras cuestiones. O apoyaba al bando contrario, porque los cosacos se dedicaban a pasar por la casa de Isaac en cada pogrom para recordarle su origen, y sobre todo para remarcarle que el Zar era el heredero del Señor. Cuando usaron la Torah para iniciar el incendio de su casa el vate decidió que ya estaba bien, que mejor Norteamérica.
No pudo ser.
Para familias numerosas solamente Sud América le dijeron.
Sarita le hizo cara fea.
“En Brasil se come solamente arroz” dijo Sarita. “En Méjico solamente hay indios”
“En Buenos Aires hay una colectividad enorme, tienen templo de la Calle Libertad para ir y otro en Camargo para no ir, y dicen que hay un lugar que se llama Miramar que es la playa que mana leche y miel” dijo Isaac.
Allá fueron.
Nunca se supo bien si fue un error, un problema idiomático o una estafa.
Los Kramer nunca llegaron a establecerse en Buenos Aires, por lo menos en esa generación.
El caso es que terminaron viviendo en Entre Ríos, donde Isaac fundó una escuela hebrea y siguió escribiendo poesía mientras Sarita cultivaba la huerta y criaba por igual y con el mismo rigor hijos y animales. Dice la leyenda que la mujer se propuso hacer difícil la vida del poeta. Dicen también que si a éste le hubiera importado el carácter de su compañera sin duda habría sufrido bastante. Parece que no fue así.
Cierto día se encontraba alambrado de por medio comentando los avatares de la política mundial con su vecino el ruso Wendychansky cuando su hijo Jonas se acercó para avisarle que Sarita tenía el puchero listo hacía media hora y ya se estaba poniendo cabrera (así dijo). “La casualidad es la madre de los refranes” pensaba Kramer. En este caso la casualidad hizo que al mismo tiempo y con un mensaje similar se asomara Rebeca, la hija mayor del vecino en cuestión. Miles de veces se habían visto, vivían uno al lado del otro. Pero ese día fue diferente.
Un mes después estaba todo listo (casamentera, dote y demás).
Dos meses después estaban casados.
Un año después nacía el primer Salomón Antonio Kramer que en este mundo fue. Llegó al mundo de culo, y no es una metáfora. Vino de culo en una áspera noche de junio y solamente la pericia de la María logró que ese harapo azul y fláccido pegara el primer grito, el primigenio alarido de la segunda generación de la estirpe. Dicen que la secuela fue la total destrucción de su capacidad comercial. Puede ser. Nunca se dejó evaluar al respecto. Su íntimo amigo el siquiatra rafaelino Judas Krause dijo alguna vez que no hacía falta.
Así que Kramer, el primero de varios hermanos, no pudo nunca realizarse económicamente hasta que se ganó la grande después de seguir el mismo número durante 17 años.