jueves, 18 de marzo de 2021

Omnias

 Está por todos lados, sin pudor y sin respeto, de una manera casi pornográfica. Está por todos lados, como si fuera una propaganda de ropa de moda en los noventa, cuando se querían unir los colores. Está en todos lados, para el regocijo indignado de los sommeliers de vidas ajenas, que culpan a la madre porque no eligió una vida mejor. En todas partes. En las plataformas, en los portales, en las páginas, en los canales de televisión. En los discursos berretas llenos de conciencia social influencer de los angustiados que solamente han visto el barro en los documentales de Netflix, que venden el glamour de saber que hay otro relato que conmueve mientras se quede allí, porque los relatados huelen a ropa sin lavar y a humedad de meses, y no escuchan reggae ni cumbia progre. Por todos lados se mete, para que los liberales digan que la culpa de todo es del estado ausente manejado por políticos corruptos, para que los troskos de Instagram digan que es culpa de los gobiernos populistas, para que los populistas no digan nada, porque no hay nada que decir, dicen. No hay como detenerla, es invasiva, es irreverente, es violenta. No interpela, porque no concibe respuesta posible que pueda equivalerla en su significado, que pueda igualarla conceptualmente.

Es la foto de una mujer de siete años.