Las malas lenguas dicen que Yamila Abdala era o había
sido bruja allá en el Líbano, y que llegó a la Argentina escapando de
ciertas Milicias por la Pureza Musulmana ,
agrupación cuya existencia nunca fue del todo demostrada. Jamás lo sabremos con
certeza, conocemos la volatilidad de ciertas regiones. Quienes defienden la
memoria de Yamila dicen que en realidad se trataba de la primera mujer
alquimista en miles de años en Medio Oriente, lo cual es menos probable todavía
porque ya la ciencia alquímica carecía de adherentes por lo menos en esa parte
del mundo.
Lo cierto e irrefutable es que Yamila Abdala llegó a
Buenos Aires acompañada por sus padres una fría mañana de principios del siglo
anterior. La familia Abdala traía consigo una recomendación para hacerse cargo
del Restaurante Sirio Libanés de Rosario, y hacia allá partió la familia.
Esta parte de la historia está prolijamente documentada,
cualquiera puede llegarse a la
Municipalidad de Rosario y verificar que la familia Abdala,
con don Jorge y Doña Farah a la cabeza, fueron cita obligada en el centro de la Chicago argentina durante
veinte años.
Otra duda se abate sobre la historia Yamila.
¿Por qué abandonó un negocio tan próspero? ¿Por qué
eludió un futuro seguro apenas avanzada la adolescencia?
Más allá de toda especulación amorosa o espiritista la
realidad (que es la única verdad) es que Yamila fue enviada por Don Jorge a
recorrer el país en búsqueda de los ingredientes ideales para cocinar el keppe
perfecto. El gran cocinero oriental tenía la certeza de que una tierra tan
feraz como la que habitaba debía producir forzosamente las mejores materias
primas.
Así que allá partió Yamila.
En la
Patagonia encontraría el mejor cordero. La cebolla en San
Juan. La yerba buena en la
Mesopotamia.
Sería el centro del país, Ciudad Insaurralde, el lugar
en el que Yamila encontraría el mejor trigo.
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