Yamandú
Cardona, el gran semiólogo uruguayo, decía en su Monumental Obra “Lectura y
comprensión. El arte de domesticar botijas” (Edición del autor, Paysandú, 1945)
que el mayor mérito de un narrador es convencer al público lector u oyente
acerca de la indudable veracidad de sus historias. Sostenía el pensador
oriental que tal situación solamente se logra luego de horas y horas de
entrenamiento, dedicación, sudor y esfuerzo. El agregado de sustancias
estimulantes no agregaría mayores beneficios para el intelectual cisplatino.
La
temprana muerte de Cardona a manos de la Mafia Yerbatera de
Montevideo nos ha privado de conocer más profundamente su pensamiento.
Por
otro lado en el controvertido libro intitulado “Neurología y creación- Las
bases orgánicas del arte” (Ediciones Rega, Ciencia y Esoterismo; Copiapó, 2001)
el neurocirujano y escultor chileno Patricio Sepúlveda construye una teoría
según la cual el talento no sería totalmente innato sino que estaría sustentado
por una conformación neuronal que, si bien determinada genéticamente, se vería
también influenciada por el entrenamiento diario y constante. El hecho de que
tales afirmaciones ya fueran conocidas hacía décadas no amilanó al galeno
trasandino, que resistió con estoicismo las acusaciones de fraude, plagio y
perpetración de la escultura.
Más
acá en el tiempo encontramos una publicación que nos permite echar luz sobre la
motivación que ha llevado al autor de estas páginas a iniciar su escritura. Se
trata del artículo intitulado “La memoria como función sexual”, (Anales de la Asociación Sicostática
del Centro de Santa Fe) del siquiatra rafaelino Judas Krause, en el que se
plantea que la capacidad mnésica del hombre occidental es directamente
proporcional a su desempeño sexual. Para Krause el hombre nacería con un número
predeterminado de células germinativas, las cuales se deteriorarían con el paso
del tiempo. Esto permitiría no solamente explicar el declive mental asociado a
las etapas preseniles, sino también el famoso adagio que conecta la amnesia con
las prácticas autoeróticas tan difundidas entre los adolescentes.
Es
a la vista de tan sólidos fundamentos teóricos y ante el más que evidente
declive de mis funciones intelectuales es que he decidido iniciar el relato de la Historia de mi familia
tal y como la recuerdo.
No
pretendo ser original. Ya lo dijo el gran escritor cordobés José Playo: no se
trata de inventar nada, sino de copiar con la mayor calidad posible.
No
pretendo ser fiel a los hechos. Ya lo dijo Juan Andrés Beltrán Insaurralde: La
historia es un verso mal rimado.
No
pretendo ser veraz. Ya lo dijo Stephan Gomilka, antropólogo polaco: la certeza
es la jactancia de los hipócritas.
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