Stephan Gomilka, el gran antropólogo polaco sostenía, contrariamente al paradigma científico que todavía hoy persiste, que el cuerpo humano no había evolucionado como arma de cacería sino que lo había hecho como herramienta para la fuga. Esta sustitución del concepto de depredador por el de ser en actitud de huída no cayó muy bien en los círculos académicos de
Pensaba
Gomilka que el gran motor de la evolución no había sido la furia o la
solidaridad sino la paranoia. “Si el primer humanoide se bajó del árbol los
hizo para escapar de la compañía de sus semejantes. Si se paró sobre sus
extremidades traseras fue para otear el horizonte intentando detectar el origen
de una posible agresión” comentó el pensador eslavo en una conferencia en el
Círculo Evolucionista de Cracovia. “Si más adelante los primeros grupos
protohumanos abandonaron las selvas tropicales para llegar a sitios tan
inhóspitos como las tundras europeas fue porque estos eriales ofrecían la
certeza de observar fácilmente la llegada del enemigo.”
Creía
Gomilka que las primitivas organizaciones sociales obedecían a una deformación
gregaria del primer instinto: el del escape. Así, las primeras urbanizaciones
surgieron por el miedo común a un rival más poderoso. De ahí a proponer el
retorno a un tipo de “sociedad presocial” había un trecho muy corto. Dicen sus
seguidores que éste era el eje de la teoría gomilkiana, el preanarquismo y el
fundamento de la anarcoantropología. Por supuesto, la resistencia de Gomilka a
plasmar por escrito sus pensamientos por considerar a la escritura un paso
posterior a la sociedad que él proponía nos ha privado de conocer sus
propuestas a través de un medio diferente a la transmisión oral.
Las
teorías de Stephan no cayeron nada bien en un país profundamente católico como
Polonia, por lo que Gomilka debió exiliarse primero en Rusia y más tarde en
Italia, refugiado por un grupo de ácratas piamonteses. Esta asociación sería
determinante en su futuro. Los detractores de la anarcoantropología dicen que
en realidad Gomilka se escapó por no poder afrontar deudas de juego o tras
haber preñado a la hija de un jefe militar muy pesado. Nada de esto ha podido
demostrarse.
La
realidad (la única verdad) es que Gomilka cruzó el Atlántico junto con los
piamonteses en algún momento de la década del treinta.
Los
primeros meses de destierro los pasó en el Gran Buenos Aires, por la zona de
San Fernando. No lo soportó. Buscó la llanura, una tundra similar a la de su
Polonia natal. Lo más parecido que pudo encontrar fue la Pampa Gringa , una llanura
inmensa y triste, en la que podría demostrar su teoría de una manera que no
permitiera contradicciones.
La
primera intención de Gomilka fue vivir de la caza y de la pesca, pero la
colonización llevada a cabo casi cincuenta años antes había terminado con la
posibilidad de llevar adelante una vida silvestre como la que él proponía. Uno
de los italianos sugirió sostener el proyecto con un emprendimiento comercial.
Fue así que el polaco y los piamonteses, respondiendo a una tradición
anarquista fuertemente arraigada en las grandes ciudades, fundaron la que sería
la primera panadería de Ciudad Insaurralde.
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