domingo, 27 de abril de 2014

HISTORIA UNIVERSAL- DOS


Stephan Gomilka, el gran antropólogo polaco sostenía, contrariamente al paradigma científico que todavía hoy persiste, que el cuerpo humano no había evolucionado como arma de cacería sino que lo había hecho como herramienta para la fuga. Esta sustitución del concepto de depredador por el de ser en actitud de huída no cayó muy bien en los círculos académicos de la Europa Central del momento, donde encontraban tierra fértil las teorías acerca de la supremacía aria con los resultados por todos conocidos.
Pensaba Gomilka que el gran motor de la evolución no había sido la furia o la solidaridad sino la paranoia. “Si el primer humanoide se bajó del árbol los hizo para escapar de la compañía de sus semejantes. Si se paró sobre sus extremidades traseras fue para otear el horizonte intentando detectar el origen de una posible agresión” comentó el pensador eslavo en una conferencia en el Círculo Evolucionista de Cracovia. “Si más adelante los primeros grupos protohumanos abandonaron las selvas tropicales para llegar a sitios tan inhóspitos como las tundras europeas fue porque estos eriales ofrecían la certeza de observar fácilmente la llegada del enemigo.”
Creía Gomilka que las primitivas organizaciones sociales obedecían a una deformación gregaria del primer instinto: el del escape. Así, las primeras urbanizaciones surgieron por el miedo común a un rival más poderoso. De ahí a proponer el retorno a un tipo de “sociedad presocial” había un trecho muy corto. Dicen sus seguidores que éste era el eje de la teoría gomilkiana, el preanarquismo y el fundamento de la anarcoantropología. Por supuesto, la resistencia de Gomilka a plasmar por escrito sus pensamientos por considerar a la escritura un paso posterior a la sociedad que él proponía nos ha privado de conocer sus propuestas a través de un medio diferente a la transmisión oral.
Las teorías de Stephan no cayeron nada bien en un país profundamente católico como Polonia, por lo que Gomilka debió exiliarse primero en Rusia y más tarde en Italia, refugiado por un grupo de ácratas piamonteses. Esta asociación sería determinante en su futuro. Los detractores de la anarcoantropología dicen que en realidad Gomilka se escapó por no poder afrontar deudas de juego o tras haber preñado a la hija de un jefe militar muy pesado. Nada de esto ha podido demostrarse.
La realidad (la única verdad) es que Gomilka cruzó el Atlántico junto con los piamonteses en algún momento de la década del treinta.
Los primeros meses de destierro los pasó en el Gran Buenos Aires, por la zona de San Fernando. No lo soportó. Buscó la llanura, una tundra similar a la de su Polonia natal. Lo más parecido que pudo encontrar fue la Pampa Gringa, una llanura inmensa y triste, en la que podría demostrar su teoría de una manera que no permitiera contradicciones.
La primera intención de Gomilka fue vivir de la caza y de la pesca, pero la colonización llevada a cabo casi cincuenta años antes había terminado con la posibilidad de llevar adelante una vida silvestre como la que él proponía. Uno de los italianos sugirió sostener el proyecto con un emprendimiento comercial. Fue así que el polaco y los piamonteses, respondiendo a una tradición anarquista fuertemente arraigada en las grandes ciudades, fundaron la que sería la primera panadería de Ciudad Insaurralde.

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