En El amor en los tiempos del cólera
Gabriel García Márquez dice algo así como que empezamos a envejecer cuando nos
vemos parecidos a nuestro padre. La cita no es textual ni pretende pecar de
oportunista.
Más allá de cuestiones de herencia o de
repetición yo creo que empezamos a envejecer cuando nos descubrimos limitados y
frágiles. Cuando situaciones que anteriormente aparecían como lejanas o ajenas
comienzan a tocarnos el hombro o, en mi caso, el culo. Cuando descubrimos que podemos
fallar en cuerpo y mente, o cuando una fragilidad de la segunda lleva a dudar
de la integridad del primero. De más está decir que muchas veces perjudica en
mayor grado la duda que la certeza, y que siempre es mejor el diagnóstico que
la posibilidad.
Debido a una de estas situaciones de duda
acerca de la cual no voy a explayarme en demasía pero que implica a un señor
con un caño bastante largo y grueso y la pérdida de ciertas virginidades es que
dejo estas líneas para expresar mi justo agradecimiento a quienes me
acompañaron en este momento áspero.
A la Dra. Muñoz , la Euge , que me calmó bastante en el primer momento
de furia.
Al Gran Nachi Pico, siquiatra y amigo que
supo contener la cabeza desbordada y darme sus gualichos.
Al Dr. Peralta, el Gran Pimpe, alquimista
superior del reino.
Al Dr. Dellagiustina, con quien nos une la
amistad de nuestros padres.
A la inigualable Negra Romero que se cagó
en todas mis dudas y temores y me metió de prepo en la lista para que se
hiciera el estudio antes que fuera indicado casi.
A la Nati que me sacó la sangre un fin de semana de
furia en el Hospital.
Al Dr. Herrera, defensor de las terapias
alternativas en Cardiología.
A las chicas de Admisión, enfermeras y
administrativas que siempre me hacen la vida más fácil.
A la Alcira por supuesto.
A los que no sabían nada y se bancaron mi
mal humor de estos últimos días.
A los amigos tremendos que siempre están:
Marcelo Musso, Gustavo Stilman, Damián Grimberg, Ezequiel López.
A los que se enteraron con el diario del
lunes pero que estuvieron ahí: mi hermanazo el Julito Kohan, la Fer , el Toto y el Rojo.
También un abrazo para el Agustín.
En resumen, a los que se alegraron porque
todo salió bien y también para los que no se alegraron, parece que tengo pa un
rato.
Y gracias a mi compañera que está ahí con
su calma inalterable, que me banca hace ya 14 años, que me baja a tierra, que
me sostiene en las buenas pero sobre todo en las peludas.
Y gracias a los pelones, Juan Naza y José.
Todo esto es por ellos.
Ah, salió todo bien.
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