miércoles, 26 de febrero de 2014

CRONOLOGÍA

Kramer piensa.
Kramer camina observando el Atlántico y piensa.
Pronto 42. Ya. En un rato. La semana que viene.
Piensa Kramer.
Analiza.
Contextualiza.
Cronologiza.
Ya pasaron los 40. Crisis. Cambio. La crisis de los 40.
La crisis de los 40 es un cambio. O por el cambio de los 40 se produce la crisis. O por los 40 se cambia y se produce la crisis.
Piensa Kramer.
Se enrosca porque no sabe si decir enreda o enrieda y a su edad queda mal andar con dudas ortográficas.
De las otras no, parece que no. Las otras dudas son justificadas, incluso bienvenidas. Parece ser que la crisis de los 40 habilita. Y entonces los chabones cambian algo o todo.
Entonces a alguno se le da por las minas, a otro por el deporte extremo, a otro por los autos y cambian de mujer, de coche o de estilo de vida.
A Kramer no.
A Kramer la crisis de los 40 le da por el existencialismo. Se da cuenta de que es cierta la frase de Houellebecq que dice que un hombre víctima de la crisis de los 40 sólo quiere vivir, vivir un poco más; pide solamente una pequeña ampliación del plazo.
Y entonces Kramer piensa.
Y se pregunta por el final, por lo que queda y sobre todo por cuánto queda.
Entonces, cuándo se pregunta el por qué del final, Kramer descubre que la pregunta está incompleta.
A ver.
Todos alguna vez nos preguntamos por qué tiene que haber un final (filosóficamente hablando).
Kramer analogiza.
Es como el jugador que es retirado del campo a causa de su torpeza. La pregunta, el reproche siempre será por qué me sacaste, nunca por qué me pusiste.
Y entonces Kramer se da cuenta que en realidad la pregunta del final es absurda porque es absurda la probabilidad de que cada uno de nosotros sea en cuanto identidad.
A ver.
Pensemos matemáticamente.
Miles de millones de años han pasado desde que apareció la primera piedra que luego explotó porque como dice su hijo pequeño Dios no creó nada, fue el Big Bang (dice el niño). Kramer piensa en la libertad de las creencias, pero eso da para otro post.
Miles de años han pasado desde que el mono bajó del árbol.
Cientos de años han pasado desde que el hombre se organizó en grupos que se organizaron para masacrarse unos a otros.
Varias décadas han pasado desde que algunos grupos se trasladaron desde un país al otro.
Todo esto llevó a que se produjeran las conjunciones necesarias para que los padres de Kramer coincidieran en el mismo lugar la misma noche en el mismo metro cuadrado de boliche. No vamos a entrar en detalles de presentaciones y demás que no vienen al caso.
Kramer piensa.
Y se da cuenta de que no solamente son necesarias las grandes cuestiones.
Lo trascendente es necesario pero es lo minúsculo lo suficiente.
Y entonces la pregunta del final pierde valor.
Porque no solamente somos cada uno de nosotros el espermatozoide más rápido del polvo primigenio.
No señor.
Kramer piensa.
Si esa noche mamá no quería.
O le dolía la cabeza.
O tenía frío.
O estaba cabreada.
O si esa noche papá no podía.
O no quería (a veces pasa).
O alguno de los dos estiraba un ratito más la lectura.
O se tomaban otro vaso de cerveza y se quedaban dormidos.
O si mamá estornudaba en el momento crucial a la mierda, caía un hermanito que no eras vos.
A Kramer lo intrigan las matemáticas. No lo desenfocan como le pasa con las complicaciones mecánicas. A las matemáticas con esfuerzo y paciencia podría desentrañarlas. A la mecánica no. Sobre todo a la del automotor.
Entonces piensa.
Piensa Kramer.
Y se da cuenta de que ponerse a calcular la probabilidad de que cada uno de nosotros sea es absurdo.
No existe.
Estadísticamente es casi imposible que cada uno de nosotros sea en cuanto identidad.
Es decir.
La posibilidad de que surja un ser humano de un polvo fecundante está estudiada y determinada. Ahora, la probabilidad de que ese ser humano sea cada uno de nosotros es imposible incluso de imaginar.
Kramer piensa.

Y saluda.

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