Kramer piensa.
Kramer mira esa lucecita
roja que titila en el tablero del Furibundo Vicente, su vehículo, y piensa.
Kramer mira la lucecita
roja y se acuerda de Rivas, su compañera, maldiciendo al creador de todos los
sistemas de desagote del mundo mientras observa impotente el caño estallado de
la pileta de la cocina.
Kramer mira el tablero y
piensa.
Kramer piensa en las
diferentes partes que componen un todo y se da cuenta.
No se trata de una epifanía
ni de una revelación mística ni nada de eso.
Kramer simplemente se da
cuenta de que el gran problema de la civilización actual comenzó cuando se
inventó el primer elemento compuesto por dos partes. A partir de ese momento
todo se complejizó hacia el infinito. De ahí a la aparición del
hiperespecialista todo siguió un curso bastante lógico.
Kramer piensa. Y se le
aparece la imagen del primer hombre esgrimiendo un garrote, un simple y
prosaico trozo de rama lo suficientemente grueso como para intimidar al rival
de turno que deberá recurrir al hacha, la cual ya requería un segundo
componente, el elemento cortante elaborado en base a piedra. Como vemos, esto
ya implicaba una serie de complicaciones como obtener un material resistente y durable,
afilarlo y fijarlo al soporte vegetal (palo)
Kramer piensa.
Analiza.
Analogiza. Y en tren de
analogizar descubre que la misma complejización se dio con relación a la
vestimenta.
El poncho primigenio, burda
piel con un agujero para pasar la cabeza y cubrir del frío que sin duda fue una
necesidad anterior a la marcada por el pudor, pronto dejaría paso a la
diferenciación de múltiples prendas, para llegar luego al absurdo de la
existencia de los llamados accesorios. Antes era mucho más sencillo. Cuando la
prenda se rompía se sacrificaba una nueva bestia y listo.
Kramer piensa.
Mientras mira otra vez el
tablero descubre que el transporte también era más sencillo. Si el burro se
moría, pues a conseguir otro.
En estas disquisiciones se
encuentra Kramer cuando llega al punto crucial, a la clave, al meollo de la
cuestión.
El primer hombre, el que
por primera vez anduvo en dos patas, alguna vez sintió el llamado del vientre y
lo respondió allí donde se encontraba luego de lo cual reinició su camino. El
que pisó lo ajeno hizo un pozo y tapó lo producido para evitar nuevos accidentes.
Una vez asentados, comenzó el desarrollo de instalaciones adecuadas para
disponer de tales elementos sin molestar a los demás seres humanos, lo que
terminaría mucho tiempo después con el caño reventado frente a la mirada
desolada de Rivas.
Kramer piensa y descubre
que finalmente la causa de su tribulación es, simplemente, el carácter gregario
de su especie.
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