martes, 22 de octubre de 2013

SIMETRÍA

Somos entes abstractos navegando en el mar de las circunstancias piensa Bermúdez mientras bate lentamente el café mirando a través de la ventana que daba al patio. La perra, una weimaraner vieja y sorda, se lame el culo a sus anchas despatarrada sobre el césped cuidadosamente cortado. Se ve que Riquelme sigue haciendo su trabajo a conciencia, como todos los veranos. Solamente él podría lograr una cosa así.
Poco había cambiado en los últimos años. El azúcar debería estar en la tercera puerta desde la derecha, al lado del especiero pensó Bermúdez sin equivocarse. A veces las circunstancias nos mecen. Nada peor que la calma chicha. Vuelve a mirar el parque. La pileta. La hamaca paraguaya colgada en los ganchos de siempre.
Toma el control remoto de la mesada. Apunta. POWER. Siempre le gustó el lado oscuro de la luna. Las monedas de la introducción resuenan en todo el ambiente. Las monedas de la introducción resuenan en su cabeza como no lo hacían desde la última resaca de merca, hace cinco años. Las monedas de la introducción resuenan en su cabeza como no lo hacían desde la última resaca de alcohol, hace veinte meses. Para qué mierda sirve la vida sana piensa Kraus mientras reconoce con sus manos el tacto de cuero del sofá. Cuando trata de levantarse toma conciencia de su desnudez. Mira buscando un punto de referencia temporoespacial. Recuerda vagamente ese living, pero no entiende cómo ha llegado allí. No tiene registro de la noche anterior, o de las horas previas. Cuando reconoce la silueta de Bermúdez a contraluz de la ventana del patio parece descubrir algo. Pero no. No lo logra. Todo es complejo, todo es abstracto. Somos entes abstractos en el mar de las circunstancias podría pensar Kraus si alguna vez hubiera leído algo más que las etiquetas de los vinos de la bodega del MaxiMercado.
Bermúdez reparte la pasta que ha logrado en dos tazas. Siempre sintió una especie de orgullo por sus cafés. De lo más pelotudo ese orgullo pero bueno, es lo que hay. Al título de médico lo colgó de la pared del baño del departamento. Alguna vez pensó en quemarlo, pero lo necesitaba para los trámites de la jubilación. La dignidad en pañales. De adulto.
Vuelca el agua caliente. Respira. Tose. Kraus no logra identificar el origen del carraspeo. Las monedas siguen martillando su cabeza aunque el tema se haya terminado. El lado oscuro de la luna es para él una vaga referencia astronómica.
Se enfrentan. Bermúdez vestido Kraus en pelotas.
Bermúdez le arrima la taza a las manos. Kraus trata de encontrar la lógica de la situación.
-¿Sabés quién soy?
-Tengo una puta idea.
-Ajá
-Sí
-¿Sabés qué lugar es éste?
-Tengo una puta idea.
-Ya me habían dicho que no eras de los más lúcidos.
-Para la mierda que te sirvió a vos la inteligencia.
Bermúdez se ríe. No esperaba esa respuesta. Le constaba que Kraus era una luz para los negocios pero no lo tenía catalogado como una luz en lances dialécticos.
-En eso tenés razón. Cinco años de facultad, cuatro de posgrado, maestría en Londres.
-Al pedo.
-Bueno, al pedo. Esa es una categoría muy abstracta.- Otra vez la palabra piensa Bermúdez. Lo abstracto y lo circunstancial.
-Al pedo Bermúdez, al pedo.- La sinonimia no era la principal fortaleza de Kraus. No la necesitaba.- ¿Entonces?
-¿Entonces qué?
-¿Qué hago acá?
-Conversamos.
-¿Tema?
-La vaca.
-No sabía que te interesaba la agricultura.
-La ganadería Kraus, cómo hiciste para ganar toda esa guita explicame por favor.
-Talento Bermúdez. Quiero ir al baño.
-No.
-Me meo.
-Servite.- dice Bermúdez y le alcanza un florero de cristal.
-¿Acá?
-¿No te alcanza?
Algo en la mirada de Bermúdez lo convence de obedecer.
-Gracias.
-Tenelo, por ahí te vuelve a hacer falta.
-Ah, va para largo.
-Depende de vos.
-Si vos decís…
-Te voy a contar una historia. Cuando te aburras avisame.
-Dale. Rico café. Dicen que tu señora lo hace más rico.
-No sé, hace mucho que no lo pruebo. Por ahí vos me podés refrescar la memoria.
Lentamente y de a poco Kraus empieza a comprender.
-Quiero ir al baño.
-No.
-Me cago.
-Cagá.
Kraus busca algún recipiente. No lo encuentra.
-¿Acá?
-Sí.
-Es un asco.- Kraus trata de razonar.
-Yo siempre estudié. Desde chiquito. Siempre tuve el mandato de ser el mejor. El abanderado, el mejor promedio, el primero en el ingreso, el que ganara todos los concursos. El mejor marido el mejor padre el mejor profesional el mejor orador el que no tuviera errores de ortografía.
-¿Y?
-Esperá. Después me casé con la chica más linda del hospital porque como salía poco no había mucha variedad.
-Bermúdez, me cago.
-Cagá.
-Bueno.- dice Kraus y afloja. El cuero se mancha, el ambiente se impregna. A Bermúdez parece no afectarlo.
-Me casé con la chica más linda, la más inteligente, la más pulcra. La más prolija. La más adecuada.
-¿Me puedo limpiar?
-No te hace falta. Después vinieron los pibes. Otra vez, los más lindos. Los más educados. Los más prolijitos. Los más inteligentes.
-Me voy Bermúdez.
-No podés. Estás cagado hasta los tobillos, no tenés ropa. No hay gas ni agua.
-¿Y la del café?
-La traje yo, la calenté en la pava eléctrica.
-Una vez fue, Bermúdez. Un par de polvos que ni siquiera fueron gran cosa.
-Esperá, no te apures.
-Me quiero ir.
-Y entonces sos el marido ideal hasta que en algún momento la cagás. Una palabra, un gesto, una omisión…
-¿Una qué?
-Una omisión, cuando te olvidás de algo.
-Ah, pensamiento palabra obra y omisión. Ahora caigo.
-Pero siempre respetando el espacio, el lugar. La oportunidad. Y sobre todo la simetría. Siempre la misma calidad.
-No te entiendo.
-Ya sé. Por eso te lo voy a explicar. Con una mina más linda o más inteligente hubiera sido deslealtad. Con una más fea o más pelotuda hubiera sido…
-Claro, habría sido…
-Hubiera Kraus, hubiera sido un desperdicio… ¿Entendés ahora el concepto?
-No, la verdad que no.
-Ahí está la explicación, Kraus. Somos entes abstractos navegando en el mar de las circunstancias. Vos te cogiste a mi ex.
-Pero ustedes están separados hace más de un año.
-Es verdad.
-Y vos tuviste tus historias…
-Es verdad.
Kraus se pone nervioso, patea la mesa, derrama el café. Cuando quiere limpiar no encuentra con qué. Bermúdez no parece alterarse.
-No te pongas nervioso Kraus.
-No me digas que estás celoso.
-¿Yo? Ni ahí. Me rompe un poco las pelotas que te haya traído a la casa.
-Me dijo que no importaba…
-No, como importar… No es para tanto.
-¿Entonces?
-La simetría Kraus.
-Pero… A mí me va bien, tengo guita, una empresa…
-Ajá.
-Es más, si tendrías un poco de sentimientos no estuvieras haciendo esto…
-Ya está Kraus. No hables más.
-¿Qué vas a hacer?
-Yo nada.- Bermúdez abre el cierre del bolso que recién ahora entra en escena. Saca una pistola y se la da a Kraus que se asombra de los guantes del otro.
-¿Me vas a matar?
-No. Vos te vas a matar.
-¿Y cómo me vas a obligar?
-Si no te matás vos te mato yo.- dice Bermúdez sacando un cuchillo gigantesco.
-¿Hacés esto porque me cogí a tu ex?

-No Kraus. Lo hago porque ella te cogió a vos.

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