Somos
entes abstractos navegando en el mar de las circunstancias piensa Bermúdez
mientras bate lentamente el café mirando a través de la ventana que daba al
patio. La perra, una weimaraner vieja y sorda, se lame el culo a sus anchas
despatarrada sobre el césped cuidadosamente cortado. Se ve que Riquelme sigue
haciendo su trabajo a conciencia, como todos los veranos. Solamente él podría
lograr una cosa así.
Poco
había cambiado en los últimos años. El azúcar debería estar en la tercera
puerta desde la derecha, al lado del especiero pensó Bermúdez sin equivocarse.
A veces las circunstancias nos mecen. Nada peor que la calma chicha. Vuelve a
mirar el parque. La pileta. La hamaca paraguaya colgada en los ganchos de
siempre.
Toma
el control remoto de la mesada. Apunta. POWER. Siempre le gustó el lado oscuro
de la luna. Las monedas de la introducción resuenan en todo el ambiente. Las
monedas de la introducción resuenan en su cabeza como no lo hacían desde la
última resaca de merca, hace cinco años. Las monedas de la introducción
resuenan en su cabeza como no lo hacían desde la última resaca de alcohol, hace
veinte meses. Para qué mierda sirve la vida sana piensa Kraus mientras reconoce
con sus manos el tacto de cuero del sofá. Cuando trata de levantarse toma
conciencia de su desnudez. Mira buscando un punto de referencia
temporoespacial. Recuerda vagamente ese living, pero no entiende cómo ha
llegado allí. No tiene registro de la noche anterior, o de las horas previas.
Cuando reconoce la silueta de Bermúdez a contraluz de la ventana del patio
parece descubrir algo. Pero no. No lo logra. Todo es complejo, todo es
abstracto. Somos entes abstractos en el mar de las circunstancias podría pensar
Kraus si alguna vez hubiera leído algo más que las etiquetas de los vinos de la
bodega del MaxiMercado.
Bermúdez
reparte la pasta que ha logrado en dos tazas. Siempre sintió una especie de
orgullo por sus cafés. De lo más pelotudo ese orgullo pero bueno, es lo que
hay. Al título de médico lo colgó de la pared del baño del departamento. Alguna
vez pensó en quemarlo, pero lo necesitaba para los trámites de la jubilación.
La dignidad en pañales. De adulto.
Vuelca
el agua caliente. Respira. Tose. Kraus no logra identificar el origen del
carraspeo. Las monedas siguen martillando su cabeza aunque el tema se haya
terminado. El lado oscuro de la luna es para él una vaga referencia
astronómica.
Se
enfrentan. Bermúdez vestido Kraus en pelotas.
Bermúdez
le arrima la taza a las manos. Kraus trata de encontrar la lógica de la
situación.
-¿Sabés
quién soy?
-Tengo
una puta idea.
-Ajá
-Sí
-¿Sabés
qué lugar es éste?
-Tengo
una puta idea.
-Ya
me habían dicho que no eras de los más lúcidos.
-Para
la mierda que te sirvió a vos la inteligencia.
Bermúdez
se ríe. No esperaba esa respuesta. Le constaba que Kraus era una luz para los
negocios pero no lo tenía catalogado como una luz en lances dialécticos.
-En
eso tenés razón. Cinco años de facultad, cuatro de posgrado, maestría en
Londres.
-Al
pedo.
-Bueno,
al pedo. Esa es una categoría muy abstracta.- Otra vez la palabra piensa
Bermúdez. Lo abstracto y lo circunstancial.
-Al
pedo Bermúdez, al pedo.- La sinonimia no era la principal fortaleza de Kraus.
No la necesitaba.- ¿Entonces?
-¿Entonces
qué?
-¿Qué
hago acá?
-Conversamos.
-¿Tema?
-La
vaca.
-No
sabía que te interesaba la agricultura.
-La
ganadería Kraus, cómo hiciste para ganar toda esa guita explicame por favor.
-Talento
Bermúdez. Quiero ir al baño.
-No.
-Me
meo.
-Servite.-
dice Bermúdez y le alcanza un florero de cristal.
-¿Acá?
-¿No
te alcanza?
Algo
en la mirada de Bermúdez lo convence de obedecer.
-Gracias.
-Tenelo,
por ahí te vuelve a hacer falta.
-Ah,
va para largo.
-Depende
de vos.
-Si
vos decís…
-Te
voy a contar una historia. Cuando te aburras avisame.
-Dale.
Rico café. Dicen que tu señora lo hace más rico.
-No
sé, hace mucho que no lo pruebo. Por ahí vos me podés refrescar la memoria.
Lentamente
y de a poco Kraus empieza a comprender.
-Quiero
ir al baño.
-No.
-Me
cago.
-Cagá.
Kraus
busca algún recipiente. No lo encuentra.
-¿Acá?
-Sí.
-Es
un asco.- Kraus trata de razonar.
-Yo
siempre estudié. Desde chiquito. Siempre tuve el mandato de ser el mejor. El
abanderado, el mejor promedio, el primero en el ingreso, el que ganara todos
los concursos. El mejor marido el mejor padre el mejor profesional el mejor
orador el que no tuviera errores de ortografía.
-¿Y?
-Esperá.
Después me casé con la chica más linda del hospital porque como salía poco no
había mucha variedad.
-Bermúdez,
me cago.
-Cagá.
-Bueno.-
dice Kraus y afloja. El cuero se mancha, el ambiente se impregna. A Bermúdez
parece no afectarlo.
-Me
casé con la chica más linda, la más inteligente, la más pulcra. La más prolija.
La más adecuada.
-¿Me
puedo limpiar?
-No
te hace falta. Después vinieron los pibes. Otra vez, los más lindos. Los más
educados. Los más prolijitos. Los más inteligentes.
-Me
voy Bermúdez.
-No
podés. Estás cagado hasta los tobillos, no tenés ropa. No hay gas ni agua.
-¿Y
la del café?
-La
traje yo, la calenté en la pava eléctrica.
-Una
vez fue, Bermúdez. Un par de polvos que ni siquiera fueron gran cosa.
-Esperá,
no te apures.
-Me
quiero ir.
-Y
entonces sos el marido ideal hasta que en algún momento la cagás. Una palabra,
un gesto, una omisión…
-¿Una
qué?
-Una
omisión, cuando te olvidás de algo.
-Ah,
pensamiento palabra obra y omisión. Ahora caigo.
-Pero
siempre respetando el espacio, el lugar. La oportunidad. Y sobre todo la
simetría. Siempre la misma calidad.
-No
te entiendo.
-Ya
sé. Por eso te lo voy a explicar. Con una mina más linda o más inteligente
hubiera sido deslealtad. Con una más fea o más pelotuda hubiera sido…
-Claro,
habría sido…
-Hubiera
Kraus, hubiera sido un desperdicio… ¿Entendés ahora el concepto?
-No,
la verdad que no.
-Ahí
está la explicación, Kraus. Somos entes abstractos navegando en el mar de las
circunstancias. Vos te cogiste a mi ex.
-Pero
ustedes están separados hace más de un año.
-Es
verdad.
-Y
vos tuviste tus historias…
-Es
verdad.
Kraus
se pone nervioso, patea la mesa, derrama el café. Cuando quiere limpiar no
encuentra con qué. Bermúdez no parece alterarse.
-No
te pongas nervioso Kraus.
-No
me digas que estás celoso.
-¿Yo?
Ni ahí. Me rompe un poco las pelotas que te haya traído a la casa.
-Me
dijo que no importaba…
-No,
como importar… No es para tanto.
-¿Entonces?
-La
simetría Kraus.
-Pero…
A mí me va bien, tengo guita, una empresa…
-Ajá.
-Es
más, si tendrías un poco de sentimientos no estuvieras haciendo esto…
-Ya
está Kraus. No hables más.
-¿Qué
vas a hacer?
-Yo
nada.- Bermúdez abre el cierre del bolso que recién ahora entra en escena. Saca
una pistola y se la da a Kraus que se asombra de los guantes del otro.
-¿Me
vas a matar?
-No.
Vos te vas a matar.
-¿Y
cómo me vas a obligar?
-Si
no te matás vos te mato yo.- dice Bermúdez sacando un cuchillo gigantesco.
-¿Hacés
esto porque me cogí a tu ex?
-No
Kraus. Lo hago porque ella te cogió a vos.
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