lunes, 1 de julio de 2013

SPORTIVO ES LA INFANCIA

Y entonces un día estás en un estadio de ciudad chica, sin codos y con tribunas de madera, con doce mil personas alrededor que de repente se han quedado en silencio. Un silencio que no sólo se escucha sino que también se ve. Un silencio de gol contrario cuando era solamente eso, un gol, lo que toda esta gente había venido a buscar. Un gol, pero en el otro arco. Y es tal vez ese silencio el que te hace mirar a tu alrededor y ves que el más grande se traga los lagrimones, porque llorar no es de hombres. Y el más chico, medio metro por debajo de la multitud te pregunta y ahora qué pasa, cómo sigue esto.
Y entonces ahí, en ese momento, te das cuenta de que Sportivo es eso.
Sportivo es la infancia.
Y entonces te acordás de vos chiquito con tu viejo en la platea, justo en frente del lugar que ocupás ahora. Era natural ir a la cancha, que entonces no se llamaba Estadio y mucho menos Oscar C. Boero o por lo menos vos no lo sabías. Sí era extraño y remoto el Barrio Alberione. Ahora te das cuenta de que lo extraño era que tu viejo, intelectual ferozmente racional, te llevara al fútbol. Que jamás te compraba camisetas, gorro bandera o vincha.
Pero eso no importa ahora. Lo importante era ir y putear a Belgrano, a Talleres, a Unión San Vicente, el de la camiseta naranja. La primera que viste, antes de la de Holanda.
Y entonces Sportivo ganaba campeonatos provinciales, descendía y ascendía. Los goles en la vereda los hacía Julio Bon y Piergentile atajaba los penales.
Y entonces un día te fuiste de San Francisco, a Córdoba primero y a Buenos Aires después. La infancia había quedado atrás y lo mismo pasaría con Sportivo. Las metrópolis dejan que los recuerdos sean tan sólo eso. La realidad se hace forzosamente más urgente. El federalismo es una leyenda. Lo que pasa en el interior se queda en el interior. Así es, y así seguirá siendo.
Y entonces un día volvés. Es año nuevo, y festejás una nueva realidad, otra vida.
Y entonces Sportivo juega el Argentino B. Sufre, gana, pierde.
Y entonces los pequeños van a la cancha. No les queda mayor elección.
No les queda elección.
Y comen choripanes y toman gaseosas. Pero no dan mucha pelota. Uno es de Boca y el otro también. Tienen camisetas de Sportivos, y gorras. Pero no se conmueven. No sufren los casi ascensos, las finales perdidas. En la tele ven a Boca, al Barsa, a la Selección.

Y entonces un día estás en un estadio de ciudad chica, sin codos y con tribunas de madera, con doce mil personas alrededor que de repente se han quedado en silencio. Un silencio que no sólo se escucha sino que también se ve. Un silencio de gol contrario cuando era solamente eso, un gol, lo que toda esta gente había venido a buscar. Un gol, pero en el otro arco. Y es tal vez ese silencio el que te hace mirar a tu alrededor y ves que el más grande se traga los lagrimones, porque llorar no es de hombres. Y el más chico, medio metro por debajo de la multitud te pregunta y ahora qué pasa, cómo sigue esto.
Y entonces ahí, en ese momento, te das cuenta de que Sportivo es eso.
Sportivo es la infancia.

Y entonces llega el penal que patea el que le firmó el yeso al de los lagrimones y es gol y es grito y aunque hay doce mil más vos sólo querés abrazarte con ellos, con los más tuyos de todos.
Porque esa es, para vos, la felicidad que más te importa.

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