viernes, 19 de abril de 2013

No somos iguales


No somos iguales. Por suerte. Es la diversidad lo que nos hace ser lo que somos.
No somos iguales, lo cual no implica que alguien sea mejor que alguien. Perogrullada uno, pero una de tantas que parecen no ser tomadas en cuenta en estas épocas de gritos y lamentos y nuevas Uniones Democráticas.
No somos iguales se refiere al hecho de que pensamos de diferente manera. Esa diferencia conlleva el hecho ineludible de que nuestras prioridades e intereses serán, indefectiblemente, dispares.
También será diferente nuestra manera de analizar la historia y los contextos, los trasfondos en los cuales se dan los hechos y las reacciones frente a tales acontecimientos.
Perogrullada dos, nunca nos bañamos dos veces en el mismo río decía el filósofo.
Y acá vamos al punto de lo que quisiera, humildemente, comentar.
En la tele, en las redes sociales, en las mesas de los bares se percibe la indignación de un grupo social.
Perogrullada tres: un grupo nunca es el todo. La sociedad nos abarca a todos, incluso a los que no son como nosotros, cualquiera sea ese nosotros.
Perogrullada cuatro: el espacio público es de todos y todos tenemos el derecho a reclamar cuando creemos que somos víctimas de una injusticia sea quien sea el perpetrador.
Pero también sabemos (algunos) que no todos piensan de la misma manera.
Y sabemos también que lo que es injusto siempre lo es, aún cuando no nos afecte directamente.
Y sabemos que lo injusto siempre lo es aunque esa injusticia nos favorezca.
Cada quién zapatea para sacarse la piedra del zapato.
Ahora, yo quisiera preguntarles a quienes se manifestaron legítimamente el dieciocho de abril en todo el país:
Es válido que protesten porque consideran que la Justicia está en riesgo de perder su independencia. ¿Por qué no golpearon sus cacerolas cuando Menem se inventó una Corte Suprema adicta con mayoría automática o recurrió al Per Saltum para convalidar el asalto al patrimonio público?
Reclaman mayor transparencia a los funcionarios oficialistas. ¿Por qué no sacaron su vajilla a la calle ante cada episodio de pillería del menemato, una lista lo suficientemente larga como para escapar a la intención de estas simples líneas?
Temen a la inseguridad. ¿Por qué no reclaman por Arruga, Julio López, Facundo Rivera Alegre, Diego Duarte? ¿Por qué no acompañan a Susana y a Micaela en su búsqueda?
Defenestran a Máximo Kirchner por su militancia política. ¿Por qué no pidieron nunca que se investigue el origen de la plata que financió el equipo de rally del fallecido hijo de la rata o las concesionarias de autos de Zulemita?
Reclaman a los gritos en los medios, en las redes sociales y en las calles por mayor libertad de expresión y tolerancia, pero los golpes los reciben los periodistas oficialistas. ¿No había cacerolas a la venta cuando mataron a Cabezas?
Y por último un comentario que me parece central.
Las cacerolas lamentan que el gobierno no abre el juego a la oposición.
La democracia no implica consenso sino respeto por la voluntad de las mayorías sin afectar las libertades esenciales de las minorías.
Nadie caceroleó cuando un gobierno democrático dejó a la mitad de la población por fuera del sistema. ¿Por qué se guardaron las Essen cuando la línea de pobreza dejaba por debajo a uno de cada dos argentinos? ¿Por qué no sonaron cunado uno de cada tres no tenía trabajo?
No es posible concensuar cuando las ideas son opuestas.
Si la Asignación Universal por Hijo es para nosotros Justicia Social y para ustedes dádiva y subsidio el debate no tiene posibilidad de darse. Un gobierno democrático no puede traicionar a quien lo ha votado. Si yo quiero plantar paraísos en una plaza puedo sentarme a discutir con quien prefiera los ceibos, no con quien pretenda edificar una torre.
La democracia es, por otra parte, posibilidad de alternancia.
Quien tenga una mejor propuesta prevalecerá.
Un ciudadano un voto.
Aunque cocine en una lata.
Buen provecho.

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