No somos iguales. Por
suerte. Es la diversidad lo que nos hace ser lo que somos.
No somos iguales, lo cual
no implica que alguien sea mejor que alguien. Perogrullada uno, pero una de
tantas que parecen no ser tomadas en cuenta en estas épocas de gritos y lamentos
y nuevas Uniones Democráticas.
No somos iguales se refiere
al hecho de que pensamos de diferente manera. Esa diferencia conlleva el hecho
ineludible de que nuestras prioridades e intereses serán, indefectiblemente,
dispares.
También será diferente nuestra
manera de analizar la historia y los contextos, los trasfondos en los cuales se
dan los hechos y las reacciones frente a tales acontecimientos.
Perogrullada dos, nunca nos
bañamos dos veces en el mismo río decía el filósofo.
Y acá vamos al punto de lo
que quisiera, humildemente, comentar.
En la tele, en las redes
sociales, en las mesas de los bares se percibe la indignación de un grupo
social.
Perogrullada tres: un grupo
nunca es el todo. La sociedad nos abarca a todos, incluso a los que no son como
nosotros, cualquiera sea ese nosotros.
Perogrullada cuatro: el
espacio público es de todos y todos tenemos el derecho a reclamar cuando
creemos que somos víctimas de una injusticia sea quien sea el perpetrador.
Pero también sabemos
(algunos) que no todos piensan de la misma manera.
Y sabemos también que lo
que es injusto siempre lo es, aún cuando no nos afecte directamente.
Y sabemos que lo injusto
siempre lo es aunque esa injusticia nos favorezca.
Cada quién zapatea para
sacarse la piedra del zapato.
Ahora, yo quisiera
preguntarles a quienes se manifestaron legítimamente el dieciocho de abril en
todo el país:
Es válido que protesten
porque consideran que la
Justicia está en riesgo de perder su independencia. ¿Por qué
no golpearon sus cacerolas cuando Menem se inventó una Corte Suprema adicta con
mayoría automática o recurrió al Per Saltum para convalidar el asalto al
patrimonio público?
Reclaman mayor
transparencia a los funcionarios oficialistas. ¿Por qué no sacaron su vajilla a
la calle ante cada episodio de pillería del menemato, una lista lo
suficientemente larga como para escapar a la intención de estas simples líneas?
Temen a la inseguridad.
¿Por qué no reclaman por Arruga, Julio López, Facundo Rivera Alegre, Diego
Duarte? ¿Por qué no acompañan a Susana y a Micaela en su búsqueda?
Defenestran a Máximo
Kirchner por su militancia política. ¿Por qué no pidieron nunca que se
investigue el origen de la plata que financió el equipo de rally del fallecido
hijo de la rata o las concesionarias de autos de Zulemita?
Reclaman a los gritos en
los medios, en las redes sociales y en las calles por mayor libertad de
expresión y tolerancia, pero los golpes los reciben los periodistas
oficialistas. ¿No había cacerolas a la venta cuando mataron a Cabezas?
Y por último un comentario
que me parece central.
Las cacerolas lamentan que
el gobierno no abre el juego a la oposición.
La democracia no implica consenso
sino respeto por la voluntad de las mayorías sin afectar las libertades
esenciales de las minorías.
Nadie caceroleó cuando un
gobierno democrático dejó a la mitad de la población por fuera del sistema.
¿Por qué se guardaron las Essen cuando la línea de pobreza dejaba por debajo a
uno de cada dos argentinos? ¿Por qué no sonaron cunado uno de cada tres no
tenía trabajo?
No es posible concensuar
cuando las ideas son opuestas.
Si la Asignación Universal
por Hijo es para nosotros Justicia Social y para ustedes dádiva y subsidio el
debate no tiene posibilidad de darse. Un gobierno democrático no puede
traicionar a quien lo ha votado. Si yo quiero plantar paraísos en una plaza
puedo sentarme a discutir con quien prefiera los ceibos, no con quien pretenda
edificar una torre.
La democracia es, por otra
parte, posibilidad de alternancia.
Quien tenga una mejor
propuesta prevalecerá.
Un ciudadano un voto.
Aunque cocine en una lata.
Buen provecho.
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