lunes, 24 de septiembre de 2018

¿Quiénes somos?

Un periodista local cuenta que han golpeado ferozmente a un pibe, en un evento multitudinario, en nuestra ciudad, en la que nunca pasa nada.
Las fuerzas del orden, que deben, teóricamente, protegernos, han castigado con saña a un adolescente en la última estudiantina. Nadie sabe muy bien por qué, si es que tal cosa existe, si es que hay una causa suficiente para que alguien sea apaleado por quienes deben velar por su seguridad.
Acto seguido, el periodista reproduce un mensaje de audio de quien dice ser la madre del chico reprimido por la policía. La señora refiere, profundamente conmovida, que ella se encontraba en la plaza en la cual se desarrollaba el festejo en cuestión, y que vio cómo los agentes del orden apaleaban a un pibe que estaba semidesnudo, sin su remera, debido al sofocante calor que se dio en la ciudad ese día.
Sigue hablando la mujer, y cuenta que, pocos minutos después, recibió la noticia de que el adolescente castigado podría ser su hijo, al cual no reconoció, por lo cual se trasladó a la comisaría, donde luego de un largo rato pudo reencontrarse con el pibe, duramente maltratado.
Entonces, las preguntas se vienen en manada.
¿Qué tipo de sociedad acepta que la policía pueda castigar de esa manera a un adolescente?
¿Qué tipo de sociedad no se permite reaccionar frente a tamaña violencia institucional?
Sin dudas, vivimos tiempos en los cuales se avala, desde el Poder Político, a quien pega primero, o dispara sin preguntar. Sobran los episodios recientes, como para meterse a detallarlos. Desde Santiago hasta Ismael. Hemos vuelto al concepto de que Algo Habrán Hecho.
Somos, como sociedad, según reaccionamos frente al más vulnerable.
La mujer que relata, desgarrada, la situación vivida por su hijo, cuenta que ella vio cómo la policía le pegaba a alguien. La mujer cuenta los golpes, la violencia, la saña.
Pero la mujer solamente reacciona cuando sabe que la víctima es su hijo.
No quiero, no pretendo, no tengo la atribución de juzgar a quien actúa de determinada manera frente a determinada situación. No pretendo condenar a esta persona, que seguramente está pasando por uno de los momentos más tremendos de su vida. La reflexión nunca debe ser sobre las personas particulares.
Pero tengo la responsabilidad de pensar que no podemos quedarnos esperando que las cosas nos pasen a cada uno de nosotros antes de actuar. El pibe que estaba siendo golpeado era, es, el hijo de alguien. Y estaba siendo brutalmente reprimido por las fuerzas del orden.
La batalla es, desde siempre, cultural. Cuando comprendamos que lo comunitario siempre va más allá de lo individual seremos una sociedad mejor.

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