San
Francisco, 4 de septiembre de 2019
Hay una
foto.
Hay una
foto que recorre las redes sociales, nuevos paraísos de la comunicación efímera.
Como la del pibe sirio. En la imagen se ve un cuerpo. Es el cuerpo de un chico
de 13 años, que se llama Ismael. Que siempre se va a llamar Ismael, y que
siempre va a tener 13 años. En la foto se ve a Ismael en lo que parece ser la
camilla de una Guardia de Hospital. Está intubado, tiene un agujero de bala en
el pecho. No quise ver más. No pude ver más.
Muchos dicen
que fue legítima defensa.
Otros dicen
que Ismael no tenía que estar ahí.
Y es
verdad.
Ismael no
tenía que estar saqueando un supermercado en la ciudad chaqueña de Presidencia
Roque Sáenz Peña. No era, no es su lugar natural.
Ismael,
como mi hijo de 13 años, tendría que haber estado en su casa, preparando la
mochila para ir hoy al cole, cenando, leyendo un libro, jugando con su celular
o pasando mensajes por whatsapp.
Pero no.
Alguien
decidió otra cosa. Alguien que ni siquiera fue el policía chaqueño que disparó.
Alguien
decidió que Ismael sobraba, que no era prioritario.
Alguien
decidió que a Ismael se lo podía descartar.
A Ismael lo
mató el hambre. La bala oficial fue un vulgar sicario.
Ismael dejó
de existir, como muchos otros, en diciembre de 2015. Algunos dirán que los que
se fueron eran unos ladrones. Puede ser. Otros dirán que los ladrones son los
que vinieron. También puede ser. Para determinar eso, tendríamos que esperar la
actuación de la Justicia, la intervención del Estado.
Un Estado
que decidió no cuidar a Ismael.
Relato desnudo de adornos. No los necesita. Con ser real es grande.
ResponderEliminarNo tienen derecho. No nos vamos a olvidar.
ResponderEliminar