martes, 4 de septiembre de 2018

ISMAEL


San Francisco, 4 de septiembre de 2019
Hay una foto.
Hay una foto que recorre las redes sociales, nuevos paraísos de la comunicación efímera. Como la del pibe sirio. En la imagen se ve un cuerpo. Es el cuerpo de un chico de 13 años, que se llama Ismael. Que siempre se va a llamar Ismael, y que siempre va a tener 13 años. En la foto se ve a Ismael en lo que parece ser la camilla de una Guardia de Hospital. Está intubado, tiene un agujero de bala en el pecho. No quise ver más. No pude ver más.
Muchos dicen que fue legítima defensa.
Otros dicen que Ismael no tenía que estar ahí.
Y es verdad.
Ismael no tenía que estar saqueando un supermercado en la ciudad chaqueña de Presidencia Roque Sáenz Peña. No era, no es su lugar natural.
Ismael, como mi hijo de 13 años, tendría que haber estado en su casa, preparando la mochila para ir hoy al cole, cenando, leyendo un libro, jugando con su celular o pasando mensajes por whatsapp.
Pero no.
Alguien decidió otra cosa. Alguien que ni siquiera fue el policía chaqueño que disparó.
Alguien decidió que Ismael sobraba, que no era prioritario.
Alguien decidió que a Ismael se lo podía descartar.
A Ismael lo mató el hambre. La bala oficial fue un vulgar sicario.
Ismael dejó de existir, como muchos otros, en diciembre de 2015. Algunos dirán que los que se fueron eran unos ladrones. Puede ser. Otros dirán que los ladrones son los que vinieron. También puede ser. Para determinar eso, tendríamos que esperar la actuación de la Justicia, la intervención del Estado.
Un Estado que decidió no cuidar a Ismael.

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