miércoles, 30 de agosto de 2017

No quiero política en las escuelas

No quiero política en las escuelas.
Entonces no querés que se enseñe Historia, porque cualquier forma de enseñar la Historia implica una toma de posición. La neutralidad es eso también, una toma de posición. Un docente neutral diría que en Alemania hubo un señor que se llamó Adolf Hitler que comandó un régimen nacionalista, que ocupó toda Europa central y que habría matado a varios miles de judíos, gitanos, homosexuales y demás. Un docente neutral no tendría el archivo con los seis millones de nombres. O con los millones que masacró el Stalinismo. O el Franquismo, o el cristianismo español. No hay un número cierto de esclavos traídos a América. Eliminemos entonces la Historia de las escuelas, porque no hay manera neutral de enseñarla.
No quiero política en las escuelas.
Entonces no querés que se enseñe Geografía, porque tendrías que decir que hay un país que ocupa un territorio en nuestro territorio, pero como ellos dicen que es suyo, y nosotros decimos que es nuestro, y no hay ningun certificado de propiedad no podés decir nada al respecto.
No quiero política en las escuelas.
Entonces eliminemos la Educación Física, que se basa en enseñar, a través del deporte, cuáles son los beneficios de una vida sana. Si algo es mejor, no es neutral. Si se separa por sexos tampoco lo es. Si enseña a trabajar en equipo tampoco lo es.
No quiero política en las escuelas.
Eliminemos las matemáticas. LA suma de los opuestos da un solo resultado: 0. La neutralidad no necesita, entonces, matemáticas.
No quiero política en las escuelas.
Entonces eliminemos las artes, y la literatura, que enseñan el disfrute de la belleza, como autor o como espectador. Lo bello y lo feo no son neutrales.
No quiero política en las escuelas.
Al elegir el lugar en el que vas a educar a tus hijos estás definiendo que educación darles, según tus intereses y tus posibilidades económicas. Segú tu credo. Según el valor que le das al conocimiento. La neutralidad no admite estas elecciones.
Eliminemos, entonces, las escuelas.

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