-Dios es una
farsa.-
El concepto es
contundente no tanto por su contenido como por su emisor. Monseñor Cattáneo es
corpulento, grueso, su humanidad toda irradia poder y autoridad. Ocupa por
completo el sillón del paciente, del otro lado de mi escritorio. A pedido del
Arzobispado la entrevista se lleva a cabo bajo el más estricto secreto.
-Usted
comprenderá lo fundamental de mantener la discreción.-
-Por supuesto
Padre Minervino, nadie sabrá que a su jefe le anda fallando algo.-
-No se haga el
gracioso licenciado, con la salud de los grandes no se jode.-
El diálogo con
el secretario del Obispo me deja cierto regusto a deja vu, a película de Nanni
Moretti sobre los temores de un Papa recién elegido. No digo nada, la Iglesia
no suele caracterizarse por su sentido del humor. El secreto es tan absoluto
que me piden que retire los diplomas de las paredes de mi consultorio. Es la
primera vez que estamos frente a frente. Yo lo conozco por los diarios, para él
soy un psicólogo con excelentes referencias sin una identidad definida.
Monseñor prefiere entrevistarse con la Psicología. Cualquier interacción humana
implicaría un compromiso que no está dispuesto a asumir.
-¿Está seguro Monseñor?-
-Absolutamente,
no hay manera que alguien con las características del Dios que hemos conocido
durante tantos milenios permita que un
tipo como yo pueda acceder alguna vez a ser su representante inmediato en la
Tierra. No puede ser Doctor…
-Licenciado.-
-Lo que sea.-
contesta con desprecio no tanto por la interrupción como por el hecho de que
solamente un doctor podría atenderlo. Cualquier otra posibilidad alteraría el
orden natural.- Un Dios bondadoso no condice con la Historia de la Santa Madre
Iglesia. Ni siquiera con ciertas partes de las Sagradas Escrituras. Hay
capítulos enteros que solamente podrían haber sido escritos por un alucinado o por
un demente.-
-Algo de eso
hay, se dice que la Biblia fue dictada por Dios a los hombres.-
El Obispo no
parece prestar atención a mis comentarios. Está totalmente abstraído en su
propio discurso.
-La Biblia no
fue escrita por “los hombres”. La Biblia fue escrita por ciertos Hombres Superiores.
La historia fue escrita por los Mejores, doctor, porque para eso están. Y son
ellos los que cargan con esa responsabilidad.-
Quiero interrumpirlo
para preguntarle si Dios ha muerto, para seguir con la línea nietzcheana, pero
algo en su mirada me detiene. No intento tampoco meter a Kipling en la
conversación. La responsabilidad del hombre blanco.
-Le voy a contar
una historia.- dice Monseñor.-Yo de chiquito no quería ser cura, quería ser
rugbier. Puma. Empecé de muy pibe en las inferiores del San Isidro Club (en
realidad dice SIC, como corresponde). Siempre fui robusto, así que a los ocho
años me pusieron de segunda línea. Un segunda línea poderoso, no sé si me
entiende doctor.-
No lo corrijo.
-A los quince me
invitaron a entrenar con la selección. Mi sueño al alcance de la mano solamente
por la potencia física, por el poder que la naturaleza me había dado. O Dios.
-Dios no existe
Monseñor.
-Dios es una
farsa doctor, pero existe. Tal vez sea más correcto decir que Dios es un
farsante. La gran revelación llegó el día de mi primer partido oficial contra
Uruguay, después de un choque que me dejó inconsciente. Cuando me recuperé dejé
todo y entré al seminario. Dios tiene maneras extravagantes de demostrar su
poder, o eso creí en esa ocasión. Mientras estuve desvanecido tuve lo que
podríamos llamar una epifanía, el Señor me llamaba a sus filas porque estaba
buscando a los mejores para salvar su Reino.
-Buscaba a los
poderosos.-
-A los mejores.
No es lo mismo. El poder a veces es asaltado por advenedizos, tipos rastreros y
astutos, gente pecaminosa y soberbia que nos ataca para después esconderse otra
vez en su madriguera. No se confunda doctor.-
-Licenciado.-
Monseñor no
registra mi comentario.
-En el Seminario
había un tipo así, rastrero.- Los sinónimos no parecen ser el fuerte del
Obispo.- Un tal Bergero, Bernarte, no me acuerdo bien el apellido. No importa.
Este sujeto era poderoso a su manera. No tenía capacidad de liderazgo, no era
fuerte físicamente, no era un tipo carismático. Flaquito, de lentes.-
Mientras me saco
los anteojos para limpiarlos miro a Monseñor que duda un instante. Sigue con la
historia.
-Este tipo era
poderoso.- El concepto lo domina.- Tenía la capacidad de someter al otro con la
palabra, no sé si me entiende.-
-Lo entiendo.-
-Este sujeto
tenía la formidable capacidad de detectar puntos débiles y explotarlos en su
propio beneficio o para torturar a los demás.
-¿Los golpeaba?
-No le hacía
falta. Tenía una gran capacidad dialéctica. Empezaba con un concepto abstracto,
real o no, y llevaba el discurso de una manera sutil y feroz. No paraba hasta
quebrar emocionalmente al contrincante. Hizo llorar a casi todos sus compañeros
por el sólo placer de demostrar su poder. Hasta que tronó el escarmiento.
Se me ocurren
otras referencias, cinco por uno, la juventud maravillosa, los imberbes,
peronistas somos todos. En cambio pregunto.
-¿Lo
denunciaron?
-No hacía falta,
todos lo conocían. Algunos profesores inclusive lo apañaban. No. Le demostré
quién era el mejor. Y por qué.
-¿Cómo se lo
demostró? ¿Físicamente? ¿Sexualmente?
-No importa,
cuando uno es mejor que otro cualquier método es lícito para dejar en claro la
diferencia. El tipo aprendió, parece. Abandonó el Camino del Señor. Nunca más
supe de él. Cuando tomé los votos me asignaron al Vicariato Castrense. Desde
ahí todo fue crecimiento y progreso doctor. No creo necesario ni pertinente
contarle a usted cada paso en mi carrera.
Me cuesta
identificar la vida sacerdotal con el concepto de carrera. Monseñor sigue
hablando doctoral, severo.
-La carrera de
un hombre público no siempre es cristalina, doctor. Muchas veces debemos
recurrir a conductas que no deben hacerse
públicas. A lo largo de mi vida he mentido, he traicionado, he sido cómplice en
hechos aberrantes. Oculté asesinos, apañé a genocidas. Fui el soporte
espiritual de gente muy poderosa. Pero bueno, los mejores debemos actuar como
convenga a la situación. Ahora he sido nombrado Cardenal. El Cardenal más joven
del orbe doctor. Y aquí viene mi pregunta. Si Dios nos ha hecho mejores por qué
tenemos que actuar como actuamos para llegar a ocupar los lugares que nos han
sido destinados naturalmente. Solamente un Dios farsante, un Dios cínico permitiría tal cosa doctor. No sé
si me explico.
-Se explica
perfectamente Monseñor.- Me acomodo otra vez los anteojos, tomo aire.-El poder
se construye pero la grandeza se hereda. O se adquiere, a veces de manera
legítima, a veces por medios por lo menos discutibles. Hay, sin embargo, una
tercera variante en la cual la grandeza no existe sino que se supone. O se
cree. Este tipo de cuadro, forzosamente patológico, no es nuevo. Ya se lo
encuentra descrito en las tablas babilónicas. Graham, un inglés que investigó
el Código de Hammurabi dice que ya el Gran Rey hablaba de esto, de la “Grandeza
Seudociésica”, haciendo una analogía con el falso embarazo.- Hago un silencio
efectista.- No fue el único, pero fue el primero que habló del tema, por eso el
cuadro se conoce como Síndrome de Graham.
Monseñor parece
no entender, intenta decir algo. No lo dejo.
-En realidad
después se comprobó que existen diferentes variedades del Síndrome según cuál
sea el origen, o la etiología del mismo. Así, hay una variedad congénita que
tendría que ver con la exposición por parte de la madre a tóxicos ambientales.
Una segunda tendría que ver con ciertos virus que afectan al sistema nervioso
central, típicos de Europa Central. Se cree que el caso más clásico de esta
variante sería el de Adolf Hitler, bastante trágico por cierto. Una tercera
variante es la que se conoce como psicopática o seudomística, que a su vez se
puede producir de dos maneras: como psicosis propiamente dicha, y de estos
tenemos lleno el santoral católico, y la postraumática.- Monseñor crispa las
manos, aparece el odio en su mirada.- En esta variante del Síndrome de Graham
el sujeto sufre un traumatismo craneano, casi siempre en su adolescencia, que
le afecta el sistema límbico.- Saco mi réplica en porcelana del cerebro humano
y señalo con la lapicera.- Esto genera la aparición de tejido cicatrizal, el
cual actúa desencadenando episodios similares a convulsiones en los cuales el
pacientes experimenta la sensación de superioridad. Dependiendo la educación
previa del sujeto, el cuadro presentará características definidas hacia
determinados contextos: religioso, político, sexual, deportivo.
-Listo doctor,
ya entendí.- La interrupción es brusca, casi torpe. Monseñor se levanta, los
ojos inyectados. Estrecha mi mano, da media vuelta y se va. En la sala de
espera está el Padre Minervino.
Me quedo un instante de pie. Después enciendo la computadora, Peter
Gabriel en vivo. Vuelvo a colgar el diploma que dice que Juan Manuel Beltramo se
recibió de psicólogo el veinte de diciembre de mil novecientos noventa y cinco.
Doy vuelta la única foto que conservo del tiempo del Seminario. Yo estoy más
gordo, Monseñor está casi igual.
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