viernes, 2 de noviembre de 2012

PREGUNTAS


¿Qué hace que una generación sea diferente de las anteriores?
¿Somos muy distintos a nuestros padres y a nuestros hijos?
No hay muchas dudas de que sí. Somos muy diferentes. Ni mejores ni peores. De otra manera. Con otros modos. Con otras preguntas que exigen otro tipo de respuestas.
Cada uno de nosotros es pollo del huevo de su tiempo.
Para nosotros, señores cuarentones, ya la cigüeña era un pájaro feo que poco tenía que ver con la reproducción. El repollo era algo que nuestras madres intentaban infructuosamente hacernos comer. Por suerte el concepto de mujer maceta empezaba a perder vigor. No quiero decir con esto que aún no haya FASTAsmas que lo sostengan, ni civilizaciones? retrógradas que lo defiendan.
No nos dispersemos. Es otro el tema.
En mi caso personal debo agradecer a mi padre médico y a mi madre docente, que me ayudaron a comprender ciertas cuestiones de una manera simple y para nada traumática en un contexto difícil. No debe haber sido fácil educar a un niño durante la (ojalá)  última dictadura.
Entonces.
Todos nos hemos hecho preguntas.
Preguntas biológicas.
Preguntas políticas.
Preguntas técnicas.
Preguntas innecesarias.
Preguntas retóricas.
Preguntas capciosas.
Preguntas permitidas.
Preguntas correctas.
Preguntas incómodas.
A mis nueve años, en 1981, no era mucho lo que se podía preguntar.
Entonces la duda llegaba a cómo se hacían los bebés.
Hoy, 2 de noviembre de 2012, comprobé que, afortunadamente, la generación que nos sigue será mucho mejor de lo que pudimos ser nosotros.
Mi hijo de nueve años me preguntó cómo hacía el papá para poner en el cuerpo de la mamá la semillita necesaria para hacer un bebé.
Traté de explicárselo de una manera sencilla, limitado por el hecho de que iba manejando en hora pico por el centro de mi ciudad, la entrañable San Francisco.
De más está decir que el pibe conoce casi todo el hardware necesario, con términos bastante lejanos a pirulito, chochita, cuchufleta y otras pavadas similares.
Hasta ahora, nada sorprendente.
Tampoco sorprendió su manifestación de desagrado al conocer los detalles del intercambio bastante suavizados por el padre de la criatura, es decir yo.
Lo increíble, lo genial, lo movilizador vino después.
Después de este diálogo que lejos de ser original viene repitiéndose de generación en generación desde tiempos tal vez inmemoriales, tal vez desde cuando bajamos del árbol, mi hijo hizo la pregunta que señala feroz, certera y felizmente el cambio de paradigma.
Después de este diálogo mi hijo de nueve años me hizo, con total naturalidad, una pregunta que  demuestra que los que vienen serán sin lugar a dudas superiores a nosotros.
Después de este diálogo mi hijo de nueve años me hizo la pregunta que demuestra que por más que traten de contenerlos no lo lograrán y que serán ellos, estos pibes, los que harán algo mejor.
Con toda la naturalidad del mundo mi hijo de nueve años me preguntó cómo hacen para tener hijos (textuales palabras) las parejas gay.
Buen provecho.

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