viernes, 30 de marzo de 2012

SÁBADO

No necesita mirarse al espejo para saber que esta noche la rompe, pero igual lo hace. Pequeñas vanidades sin un significado puntual. Sólo eso, vanidades.
Mira su pelo, el ondulado justo. Como a él le gusta. Ninguna fantasía, ningún artilugio de peluquería. El toque justo de champú y enjuague, alguna crema para peinar y nada más. Nada superfluo. Nada que moleste.
El maquillaje justo. No es necesario ser una puerta. Los ingredientes justos. Todo en su medida y armoniosamente, como decía el General. Nada estrafalario. Además, a él le gusta así. Tonos tenues, sutiles.
Después la remera. Lo suficientemente ajustada como para marcar las formas, sin revelar nada. La exuberancia disimulada por la discreción. Hasta un toque humilde si no fuera por el estampado de la espalda. Sexy mas no berreta, tal como a él le gusta.
El pantalón, como corresponde, resalta las piernas torneadas. Horas de gimnasio justifican la inversión. Más que ajustado parece pintado sobre la piel, como una propaganda de jeans de los ochenta. A él le gusta así, y con eso le basta.
El perfume sí. El perfume es salvaje. Llama al instinto desde algún lugar recóndito de la animalidad ancestral. Sabe que ese perfume lo puede. Sabe que estimulando ciertas glándulas logrará lo que se propone.
Sale al comedor. El viejo ritual infantil se repite.
“Beso a mamá”
“Beso a papá”
La noche del sábado es suya.
La noche de Ciudad Insaurralde le pertenece.
Su papá, el famoso Chacho Gargano, mecánico por herencia y por vocación le dice a la Mirta, su mujer:
-Me banco que viva con nosotros con casi treinta años, me banco que no se haya recibido, me banco hasta que sea puto. Ahora, ¿qué necesidad tiene de vestirse así?

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