viernes, 16 de septiembre de 2011

EL SEÑOR FERNÁNDEZ Y LAS ZAPATILLAS

Hay un señor en mi barrio que tiene una costumbre muy particular. Este señor, si lo ves, es un señor de lo más normal. Un señor bajito, medio pelado, de mocasines y camisa blanca. Un señor que tiene un nombre de lo más común. El señor de esta historia se llama Fernández, y no le teme a casi nada.
Pues bien, ustedes dirán. ¿Qué es lo divertido o lo interesante o lo extraordinario de un señor bajito de mocasines y camisa blanca que se llama Fernández y que no le teme a casi nada? ¿Hace o dice algo este señor que valga la pena? ¿Es un explorador? ¿Es un pirata? ¿Es un jugador de fútbol?
No señor.
El señor Fernández de mi cuento que no le teme a casi nada tiene una costumbre muy especial, como ya les dije.
Al señor Fernández le encanta rescatar zapatillas perdidas, de esas que quedan en el patio o debajo de la cama o encima de la mesa del comedor o en el baúl del auto. Si el señor Fernández encuentra la zapatilla antes que vos, la carga en una bolsa de arpillera que lleva anudada al hombro derecho. Cuando llena la bolsa, encara para su casa silbando bajito un tango canyengue.
Una vez que llega a su casa el señor Fernández, que no le teme a casi nada, clasifica su tesoro en zapatillas grandes, medianas y pequeñas. A las muy sucias las pone a lavar. A las que son de un color que no le gusta las tiñe. Si hay dos de un mismo par, las separa para devolverlas más tarde a su dueño. Al señor Fernández le gusta llevarse una zapatilla de cada par. Nunca se lleva un par completo y cuando eso pasa, las devuelve en su siguiente excursión por el barrio.
Al señor Fernández le gustan especialmente las zapatillas que se lleva justo antes de que el dueño la encuentre. Para esas tiene un lugar especial.
Ustedes dirán para qué quiere el señor Fernández las zapatillas que se lleva. Pues bien, nadie lo sabe muy bien, así que yo no voy a hablar de más. El señor Fernández, que no le teme a casi nada, es un señor muy calladito y correcto y no habla con nadie en el barrio. Tal vez sea un poco tímido. No creo que sea por maleducado, aunque nunca se sabe.
La única manera de salvar a la zapatilla es que antes que la encuentre el señor Fernández, que no le teme a casi nada, la encuentre tu mamá y grite ¡¡¡¡¡¡Joséeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! o ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Nazaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! CALZATE YA o GUARDEN LAS ZAPATILLAS o A VER SI ORDENAN UN POCOOOOOOOOOOOO… porque a lo único, pero a lo único, a lo uniquísimo  que le tiene miedo el señor Fernández es al reto de una mamá enojada.

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